Ganadores Premio GJDQ 2019 – Padre Diego Jaramillo Cuartas

 

El sacerdote eudista, de  87 años de edad, completó  27 al frente de la Corporación Minuto de Dios, como continuador de la obra social inicida por el padre Rafael García-Herreros en 1955.

Nació en Yarumal (Antioquia) en 1932 y se ordenó sacerdote en el seno de la Comunidad Eudista en Bogotá en 1958, es licenciado en Teología de la Universidad Javeriana y licenciado en Teología Pastoral del Instituto Católico de París. Bajo su dirección, la obra social ha ampliado sus servicios a Colombia, particularmente en los campos de vivienda y desarrollo comunitario, educación formal y no formal, reforestación y protección del medio ambiente y evangelización y formación de valores.

“El Padre Rafael comenzó la obra social sin cinco centavos en el bolsillo y sin un centímetro cuadrado de tierra, pero confió en Dios y comenzó a pedir la ayuda de amigos, de benefactores, y hoy podemos presentar un balance positivo: una universidad extendida por todo el país, colegios, construcción de viviendas, emisoras, presencia en televisión; también se han editado libros y educado a miles de muchachos”, afirma el padre Diego.

Tras la muerte de García-Herreros, el 24 de noviembre de 1992, él asumió la presidencia de la Corporación El Minuto de Dios y de las demás entidades que conforman la Organización y que en conjunto generan alrededor de diez mil empleos. De este grupo de entidades sin ánimo de lucro que trabajan en beneficio de la población menos favorecida, hacen parte la Corporación El Minuto de Dios (vivienda y desarrollo comunitario), la Corporación Educativa (colegios); la Corporación Universitaria – UNIMINUTO, la Corporacion Industrial, Fundases (Fundación de Asesorías para el Sector Rural), la Corporación Centro Carismático (emisoras radiales, escuelas de evangelización, librerías, casa de retiros), la Corporación Lumen 2000 (televisión), la Cooperativa y MD Corporation (para recaudar ayudas en Estados Unidos).

Siendo seminarista, en 1955 Diego Jaramillo se vinculó a la obra del padre García-Herreros, ayudándole a construir las primeras casas para erradicar tugurios. En 1967 el padre Rafael lo vinculó a la Junta Directiva de la Corporación El Minuto de Dios, en 1970 lo nombró subdirector de la entidad y poco después le confió la dirección del Programa de Mejoramiento de Vivienda – Promevi. A partir de 1971 el padre Diego se integró a tiempo completo; y al fallecer el padre García Herreros,  en noviembre de 1992, la Junta Directiva lo nombró presidente de la Corporación.

Desde 1967 participó, una vez por semana, en la presentación del programa de televisión “El Minuto de Dios”, labor que asumió permanentemente a fines de 1992. El padre Diego  recuerda que El Minuto de Dios comenzó como programa radial en Cartagena en febrero de 1946, bajo el nombre de “La Hora Católica”, luego en 1950 con el nombre de “El Minuto de Dios” y después, el 10 de enero de 1955, se inició por la tv el programa que dio origen a toda la obra social, apenas siete meses después de que llegara la televisión a Colombia.

En el seno de esa obra, en los años 80, el padre Diego creó varias de las entidades de la organización: Fundases, el Centro Carismático y Lumen 2000. A comienzos de los 90, bajo el liderazgo del padre Diego, el Colegio Minuto de Dios y la Planta de Confecciones dejaron de ser dependencias de la Corporación El Minuto de Dios y se convirtieron en la Corporación Educativa Minuto de Dios (que agrupa más de 25 colegios y varios hogares infantiles) y la Corporación Industrial Minuto de Dios (que apoya creación de empresas y procesos de emprendimiento), respectivamente. También nacieron la Cooperativa Minuto de Dios y Minuto de Dios Corporation.

El padre Diego es miembro de la Academia de Historia Eclesiástica de Bogotá, de la Academia Patriótica Antonio Nariño, de la Sociedad Bolivariana y de la Academia Colombiana de la Lengua, entre otras. Además, es autor de ciento veinte libros y folletos de formación cristiana y libros biográficos, el principal de ellos titulado “Rafael García Herreros, una vida y una obra”.

De manera incansable, el padre Diego ocupa sus noches y sus ratos libres en acompañar espiritual y pastoralmente a jóvenes y a grupos de oración y comunidades, en el ámbito de la Renovación Católica Carismática, de la cual es uno de los pilares en Bogotá, Colombia y América Latina. Así mismo, promueve la conservación de tradiciones populares, particularmente la música del altiplano, llevando a la creación del Centro de Cultura, Artes y Tradiciones de Uniminuto y fundando o auspiciando varios museos.

Entrevista Padre Diego Jaramillo Cuartas

“Si tenemos a Dios en el corazón, seremos mejores ciudadanos”

-Padre, ¿cuál es su visión sobre Bogotá?

Bogotá ha crecido para bien y para mal en algunas cosas. Pero sigue siendo una ciudad que podemos mostrar con orgullo a todos los visitantes. Yo no me estreso en Bogotá, vivo fundamentalmente alegre. El estrés es mejor colgarlo en el gancho y caminar en la vida llenos de alegría, entusiasmo y esperanza. De Bogotá me gusta el clima, aunque digan que es frío; se puede trabajar mejor en un clima fresco que en un clima ardiente. El Señor me colocó en Bogotá y espero que en esta ciudad pueda seguir viviendo los pocos días que me falten.

-¿De qué manera la obra evangelizadora contribuye a la construcción de civilidad?

Somos obras maestras de Dios y Él lo que quiere es cada persona sea realmente una obra única; de manera que dejar actuar al Espíritu de Dios en nuestro corazón es abrirnos a la plenitud humana. Poniendo en práctica la ley de Jesucristo, lo mejor es amar a Dios, amar al prójimo y amarse a uno mismo.  En el amor al prójimo, que tiene que ver con todo lo social, está el respeto a los demás, la verdad, la honradez, la colaboración con los otros y el descubrir que todos tenemos una casa en común, que hay que cuidar, que es la Tierra.

-Cuéntenos alguna anécdota en todos estos años de trabajo social y pastoral…

Todos los días hay una historia, ya sea de una donación o una familia necesitada. Un día llegó un hombre y me dijo: “Padre, traigo estos doscientos mil pesos para pagar un almuerzo”. Como yo no vendo almuerzos, no entendí nada. Él me contó que alguna vez, estando en el centro de Bogotá, tenía hambre y un sacerdote lo invitó a almorzar. Me dijo que ese mismo día consiguió trabajo, luego se casó, tuvo hijos y hasta se volvió abuelo. Y recordó que aquel benefactor fue el Padre García-Herreros y en gratitud vino a mí con ese dinero  para ayudar a otros que pasan hambre.

 

 

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