Bogotá 2039

Por ERNESTO ROJAS MORALES
Vicepresidente de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá

Predecir el futuro ha sido un viejo anhelo de la humanidad, pero también una proverbial frustración. Posiblemente resulte más acertado predecir algo que no sucederá en el futuro. Bogotá no tendrá una población de diez millones porque ha disminuido su crecimiento anual y empezaráa decrecer dentro de veinte años.

Esta afirmación es algo sorprendente para quienes consideran como invariables las tendencias de crecimiento demográfico. La historia muestra que entre 1918 y 2018 Bogotá multiplicó el número de sus habitantes 45 veces. Ese fue el resultado del proceso de urbanización cumplido en el mundo occidental y por eso la capital colombiana ya en 1960 figuraba en el listado de las 141 ciudades que superaban el millón de moradores.

Un crecimiento tan acelerado ha servido como engañosa excusa para haber llegado al siglo veintiuno sin haber podido satisfacer las necesidades fundamentales de los capitalinos. Hoy una proporción muy alta de los habitantes de Bogotá no tienen acceso a una vivienda digna, nadie dispone de un transporte colectivo eficiente y todos carecen de una razonable seguridad ciudadana.

Alvin Toffler, el famoso futurólogo desaparecido en 2016, al referirse al crecimiento de las grandes ciudades, cita una publicación de World Health (1964) donde se afirmaba: “qué pasaría si todas las ciudades existentes conservasen su dimensión actual, en vez de expansionarse(?). Si fuese así, para alojar a los nuevos millones de ciudadanos, sería necesario construir una ciudad gemela para cada una de las grandes urbes que salpican el Globo: una nueva Tokio, una nueva Hamburgo, una nueva Roma, una nueva Rangún, y todo en un plazo de once años”.

Tal parece que los inspiradores del Plan de Ordenamiento Territorial – POT-, actualmente en estudio, se acogieron a esa idea de mediados del siglo pasado. Ellos proponen construir una nueva Bogotá gemela, invadiendo terrenos como los de la reserva Van der Hammen, para alojar los millones de nuevos habitantes futuros calculados según las derogadas predicas del clérigo anglicano Thomas Malthus (1766 – 1834) respecto un crecimiento geométrico constante de la población.

Los dos últimos censos de Población elaborados por el– DANE, muestran cómo en Bogotá, al igual que en otras grandes ciudades, están presentes dos nuevos fenómenos demográficos: primero, un crecimiento vegetativo en descenso y, segundo, un menor número de personas trasladándose a vivir a esta ciudad que el de los que deciden emigrar de ella. La combinación de estos dos hechos significará que en el año 2039 la población total de la ciudad empezará a disminuir, una vez haya completado un máximo aproximado de ocho millones y medio de habitantes.

El primer fenómeno mencionado se conoce como la Segunda Transición demográfica, determinada por un número menor de nacimientos por cada mujer, derivado de los rápidos cambios culturales asociados con la sexualidad reproductiva. Pero, si el número de hijos promedio por mujer es de dos, apenas serían suficientes para reemplazar a la postre a sus padres y entonces no habría crecimiento poblacional natural.

En cuanto al otro fenómeno, el de no crecimiento por migración, ya se había identificado hace unos años para el caso de todas las grandes ciudades latinoamericanas, según se lee en el estudio de Jorge Rodríguez Vignoli (CEPAL, 2012). El autor lo definió como el equilibrio migratorio que ocurre cuando la “incesante presión migratoria ha dejado de ser un desafío para estas ciudades” al dejar de ser la gran ciudad la única alternativa para tener acceso a una buena educación, salud o a un empleo. En contraste, existen factores francamente expulsores como: “la informalidad laboral y habitacional, la baja calidad de vida y los costos de vida crecientes”.

Al comprobarse que hoy hay un millón menos de personas de las que se venían estimando para Bogotá, se abre una esperanzadora ventana de oportunidades, especialmente si se tiene en cuenta que, según cálculos técnicamente elaborados por la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, nunca llegaremos a ser los diez millones de habitantes estimados para el futuro por parte de las entidades de planeación.

Los enormes recursos previstos para atender a una población hoy inexistente y a una futura, que tampoco existirá, quedarán disponibles. El capital previsto podrá usarse para reducir la tremenda desigualdad social y a renovar el suelo ya urbanizado para ofrecer habitaciones con menor aglomeración. De esta manera es más probable construir una convivencia ciudadana y erradicar la violencia.

Lo revelado por las cifras oficiales de población, equivale al descubrimiento de un tesoro escondido. Lo deseable sería emplearlo para emprender propósitos nuevos como el muy simple y loable de alcanzar para todos, un buen vivir en Bogotá. Por ejemplo, mediante el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, construir un modelo de ciudad compacta donde haya una reducción drástica de las necesidades de desplazamientos.

Por lo demás, un uso racional del suelo debe ofrecer a las personas con bajos e inciertos ingresos, soluciones más acordes con su realidad. No puede ser que para ellos la solución siga siendo la invasión de los cerros y humedales tenidos como bienes mostrencos u, ofrecerles apartamentos como las “cajas de fósforos” subsidiadas disponibles en el mercado inmobiliario.

Las autoridades actuales del Distrito y las que están por elegirse en el próximo mes de octubre, tienen la enorme responsabilidad de no dejar pasar la oportunidad de empezar a moldear la Bogotá de 2039. El futuro no comienza mañana, el futuro comienza hoy.

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